Nuevamente, la Asamblea Universitaria de la UBA debió sesionar en el Congreso Nacional, bajo una fuerte custodia policial. La elección y la reelección de Rubén Hallú han seguido esta forma bochornosa. En estas condiciones, naturalmente, la Asamblea no existió. Duró sólo 10 minutos. El comentario del rector a los medios que se sorprendieron por la sesión express fue elocuente: “duró todo lo que tenía que durar”. Más claro agua.
De más está decir que en la “Asamblea Universitaria” no se abordó nada referido a la crisis universitaria. Los pocos asambleístas presentes –había 91 ausentes sobre un total de 236– se limitaron a levantar la mano. Sólo la consejera Ileana Celloto, graduada de Psicología, integrante de AGD-UBA y militante del PO, pudo hacer uso de la palabra para cuestionar la Asamblea, su convocatoria y sus objetivos reaccionarios. A pesar de la contundente denuncia, nadie se dignó en responderle.
Para evitar el debate se impidió el ingreso de la mayoría de los asambleístas opositores. La mayoría del claustro estudiantil fue dejada fuera de la sesión. Varios cordones de seguridad del Congreso los golpearon cada vez que quisieron entrar a la sala. ¡El régimen universitario pintado de cuerpo entero!
Afuera, en la calle, estaba la Fuba, con centenares de estudiantes, para defender el principio reformista de la publicidad de las reuniones.
La reelección de Hallú y la Asamblea contaron con el aval de prácticamente la totalidad del arco patronal. La apoyaron los decanos y camarillas radicales, peronistas, kirchneristas y “progres”. Incluso aquellos que no ingresaron aclararon que no debía entenderse que estaban en un bloque con la Fuba y el movimiento estudiantil combativo (ver nota en Internet). Aníbal Fernández saludó la reelección de Hallú.
Los defensores de las instituciones no se incomodaron por la clara ilegalidad de la Asamblea realizada. Adelantada para que coincida con las vacaciones, pretendió desalentar una movilización estudiantil: se sentían más seguros con las aulas vacías. La presentación judicial de la Fuba, la AGD-UBA y varios centros de estudiantes fue rechazada por la Cámara de Apelaciones con el argumento de que la UBA es “autónoma”, mientras esa autonomía era violada en el Congreso y por la policía.
El acuerdo de fondo entre todas las camarillas ha quedado claro en todos estos años. Todos los sectores son partidarios de profundizar la orientación capitalista de la Universidad, multiplicando los convenios, los acuerdos con empresas, etc. Sólo en estos años se han firmado 5.000 convenios de diverso tipo entre la UBA y los capitalistas. Las camarillas han convertido a la UBA en una dependencia del gran capital y por ello, claro, reciben suculentas comisiones, a las que deben agregarse salarios de 15.000 ó 20.000 pesos.
La conclusión es simple: es necesario desarrollar un movimiento de lucha profundo para terminar con este régimen universitario y contra la destrucción de la educación pública, junto a los trabajadores.