No hacían falta las homilías del Papa para que el “escándalo” de la pobreza estallara en la Argentina. Todos ellos reducen la pobreza a la marginalidad social o, como se suele decir, a los “excluídos”. Así, el empobrecimiento de las masas no sería la consecuencia de la explotación capitalista sino de ‘políticas públicas’ inadecuadas. Pretenden, de este modo, que la asistencia estatal se haga cargo de los pobres, mientras el capital aprovecha esa misma pobreza (competencia por un puesto de trabajo) para llevar los salarios a los niveles de subsistencia e incrementar su tasa de beneficio. La financiación de la asistencia social pedida para los pobres quedará a cargo de los propios pobres, que son los que bancan el impuesto más recaudado por el fisco: el IVA. No es casual que el salario mínimo de los trabajadores registrados haya sido llevado, para febrero próximo, a 1500 pesos, cien pesos menos que el índice de pobreza (solo un poco más arriba está el básico de un peón metalúrgico). Si el 40% de los trabajadores argentinos está en negro; si, al mismo tiempo, el salario medio de estos últimos es el 50% de los que están en blanco, o sea unos 1300 pesos; si, finalmente, la “línea de pobreza” está en los 1600 pesos, entonces la conclusión es que más del 40% de los obreros argentinos que debe mantener un hogar con dos menores y cónyuge se encuentra por debajo de la ‘línea’ (no hablemos de los obreros que deben hacerse cargo de padres con jubilaciones de miseria). La pauperización no es un fenómeno marginal que deba imputarse a la deficiencia de la fuerza de trabajo, sino estructural, que tiene que ver con las tendencias fundamentales de la explotación capitalista.
La pobreza y el “modelo productivo”
A semejante desastre social se llegó después de más de treinta años de liquidación sistemática de conquistas obreras. Desde el “rodrigazo” hasta hoy --y a través de las sucesivas devaluaciones, reformas laborales, liquidación de convenios y “sumas fijas”-- la burguesía se ha encargado de degradar el valor de la fuerza de trabajo. Cada crisis capitalista clavó a la condición obrera en un punto más bajo que la crisis anterior. Esa demolición resultó feroz bajo el “modelo productivo” kirchnerista: según la UCA, el costo laboral actual (salario más cargas previsionales a cargo de la patronal) es hoy un 12% inferior al de hace una década atrás; o sea, cuando reinaban Menem y Cavallo. La precarización y miseria salarial de los trabajadores argentinos ha sido esencial a la ‘competitividad’ que buscó promover el régimen de los K -- bajo el rubro ‘reconstruir a la burguesía nacional’. Desde el 2002 hasta hoy, y de Moyano para abajo, toda la burocracia sindical defendió la política de “la creación de empleo a como dé lugar”, justificando el trabajo en negro y la flexibilidad laboral. La AFIP kirchnerista, que se jacta de haber reducido la evasión impositiva, nunca pudo bajar las cifras del trabajo en negro por debajo del 40%. En la década “nacional y popular”, alcanzó su auge la industria de confecciones textiles fundada en el trabajo semiesclavo ¡nada menos que en la Capital Federal!
Salario y pobreza
Los estadísticos, economistas y en especial, los políticos bendicen a la línea de la pobreza como el ‘piso’ de la ‘ciudadanía’. Suman para ellos una cantidad de proteínas y calorías, más el transporte. La condición ‘ciudadana’ se equipara así a la esclavitud y a la miseria social. Ha desaparecido, incluso del horizonte estadístico, el costo de la canasta familiar, o sea, la manutención material y moral de la familia obrera, en las condiciones de civilización presentes, incluyendo su derecho a la vivienda, a la información o la recreación. Según la CTA, esa canasta sería hoy de 4000 pesos --lo cual supone, para un matrimonio con dos niños, que cada cónyuge reciba un ingreso mínimo neto de 2000 pesos (pleno empleo). A la luz de esto, el salario mínimo ciudadano debería ser, exactamente, esa suma, dos mil pesos-- pues contemplaría a los miembros del matrimonio que se encuentren sin trabajo.
Una cuestión política explosiva
Si la pobreza está separada de la explotación social, entonces debe ocuparse de ella la asistencia estatal; esta es la receta (teórica) de los gobiernos y partidos capitalistas. En lugar de derechos sociales (derecho al trabajo, salario mínimo igual al costo de la canasta familiar, seguro al parado, 82% móvil, una adecuada asignación familiar), el Estado implanta el ‘derecho’ a la caridad. Cuando esa asistencia fue aplicada en 2002, por la acción del movimiento piquetero, fue repudiada por la burguesía --en especial la rural, porque, decía, privaba de mano de obra al campo. La “política social” del Estado es invocada para atender (mal) la sola subsistencia o manutención alimentaria. Desde Carrió a Solanas existe unanimidad en el reclamo la “asistencia universal por hijo”, techo de 200 pesos, como si esto siquiera remediara la miseria existente, cuya indexación mensual ninguno de sus partidarios menciona. Se propugna este remedio universal (papal), mientras todos los días son cesanteados los padres de esos niños universalizados. De todos modos, la mayoría de los partidarios de la “asistencia universal” advierte contra toda tentativa de repudiar la deuda pública o cualquier medida que pudiera afectar la ‘confianza’ de los ‘inversores’--porque dicen que esto agravaría la pobreza. Pero la pobreza se ha agravado en medio de la bancarrota capitalista, la cual plantea, como primera obligación del sistema, no el rescate de los pobres, sino del capital. Es así que los jubilados (la Anses) están financiando a Peugeot y compañía o al Banco Hipotecario, o al pago de los Boden 2012. Es aquí donde la cuestión de la pobreza adquiere su dimensión política explosiva, pues se ha agravado en momentos en que los capitalistas reclaman a su gobierno y a sus partidos “el retorno a los mercados internacionales”, o sea mayores tarifazos, cesantías, rebajas del salario real y caída de atención de la salud y de la educación.
Con 13 millones de argentinos por debajo de la línea de pobreza: ¿quién se anima a aplicar los planes para devolver la confianza al capital y regresar los capitales que se fugaron en los últimos años? El problema político explosivo es que el programa del capitalismo en bancarrota --y el de su gobierno y políticos opositores-- es una suerte de chispa para una mecha muy corta instalada en el polvorín que es la sociedad argentina.
Planteamos:
1-Salario igual a la canasta familiar, hoy en 3700$. 2-Jubilación equivalente al 82% móvil de la canasta familiar. 3-Prohibir las suspensiones y despidos. 4-Plan de obras públicas con salarios y convenio, para cubrir las necesidades sociales de vivienda e infraestructura, y terminar con la desocupación. 5-Ningún tarifazo, nacionalización de los monopolios energéticos bajo control obrero.
Marcelo Ramal